lunes, 16 de septiembre de 2013

El Quebracho Blanco (Aspidosperma quebracho-blanco).

                                                                       Quebracho blanco 
                                                           (Aspidosperma quebracho-blanco). 
Texto y Fotos Alejandro Galup

Al quebracho blanco también se lo conoce con los nombres indígenas de Willca en quechua, Kachakacha en aymará y Ubirá ro puitá en guaraní. Los ejemplares más robustos de la especie (de hasta 25 metros de altura y troncos de 1,20 de diámetro) se encuentran en los bosques xerófilos del otrora “impenetrable” chaqueño. Sin embargo, las dimensiones de estos árboles son muy variables y dependen fundamentalmente de las condiciones climáticas y edáficas del lugar donde se desarrollen. Por ejemplo, los que crecen en sitios rocosos y con una aridez extrema, en su adultez no sobrepasan los 2 metros de altura. Con frecuencia crece también en sitios con suelos salinos y/o gredosos y un dato interesante es que cuando sufre algún daño en sus raíces gemíferas o es víctima de un incendio forestal, suele emitir brotes desde estas mismas raíces.




Su distribución geográfica abarca desde Bolivia, Paraguay, Uruguay y gran parte del norte y centro de la Argentina, hasta su extremo austral en la estancia La Horqueta, en Baradero, provincia de Buenos Aires. Esta pequeña población, compuesta por una veintena de ejemplares adultos de hasta 8 metros de altura, fue descubierta fortuitamente el 29 de enero de 2006 gracias a los naturalistas Cristian Parodi, Santiago De Rosa y al autor de estas líneas (ver Notioso, Vida Silvestre 97).

Se encuentra en un sector de las barrancas del río Baradero, en una franja de apenas 200 metros de largo por 50 de ancho y convive con especies típicas de ese ambiente. Este sería el primer registro para la provincia y hasta ahora la única población conocida.



La madera de este árbol, dura y pesada, es de excelente calidad. Lamentablemente todavía se la utiliza en mueblaría  tornería, carpintería, tirantería, para la confección de postes, durmientes y -en muchísima menor
proporción - para esculturas. Es muy utilizada, también, para la elaboración de carbón y leña, debido a su gran poder calorífico.


Su corteza, grisácea y rugosa, está formada por placas irregulares y posee 6 poderosos alcaloides, algunos de los cuales tienen una acción similar a la del curare. Su follaje es perenne y escaso, y los ejemplares adultos suelen tener la copa de forma bastante irregular. Sus hojas son simples, coriáceas, lanceoladas y con el ápice (extremidad superior) espinescente. Las flores son pequeñas y de color amarillento, con un agradable perfume dulzón. El fruto es una cápsula leñosa, achatada, verde grisácea, de forma aovada de de 4 a 5 centímetros de ancho por 6 a 7 centímetros de largo. Aloja en su interior un promedio de 22 semillas chatas, color marrón claro, de 3 cm de ancho por 5 de largo y de una liviandad tal que son fácilmente dispersadas por el viento.

En su medio: En los meses con escasez de alimento, el hermoso e inteligente loro hablador (Amazona aestiva) suele visitar este árbol para consumir sus semillas, mientras que la oruga de la polilla (Norda esmeralda), que posee las alas posteriores color verde esmeralda y las inferiores color blanco al igual que el vientre y las patas, se alimenta en forma exclusiva de sus frutos. Con frecuencia, las plantas jóvenes son devoradas por el conejo de los palos (Pediolagus salinícola), mientras que el escarabajo (Melanophila bahiana) suele hacer orificios de hasta 6 cm en su corteza lo que, por fortuna, incide en la desvalorización de su madera. En Buenos Aires otro lepidóptero, el vulgarmente llamado bicho canasto (Oiketius platensis), se alimenta de su follaje.


En el jardín: En experiencias de cultivo realizadas en el vivero La Sombra se comprobó la extraordinaria rapidez con que germinan las semillas de este noble árbol: el 90% en menos de 7 días. Pero también se notó la extrema lentitud con que se desarrollan los ejemplares: apenas 37 cm en 3 años. Tal vez la ventaja de tal lentitud es que lo convierten en un candidato ideal para cultivar en balcones, terrazas y jardines pequeños. Además, los ejemplares de bajo porte suelen florecer y fructificar sin inconvenientes, alegrando de este modo el hogar con el perfume de sus flores, el extraño aspecto de sus frutos y con la apariencia de su follaje, que hace recordar al de las araucarias.

Fuente: Revista Vida Silvestre N° 109